martes, 3 de febrero de 2015

Tu Vida no es Tuya, es de Dios (de Adabel Rosario Rosario)



Quien creó el universo es dueño de él, por fuera y por dentro, por fuera para crearlo y por dentro porque Él está en todas partes. Así mismo creó la vida, y en el universo está ella. Dios es el dueño de la vida, de tu vida, por fuera y por dentro, porque desde fuera de tu cuerpo te creó, y por dentro tienes un alma espiritual que Él mismo creó exclusivamente para ti, pues el hombre no es capaz de crearla. Como todo ser humano fue creado por Él, tanto derecho tienes tú de vivir como los demás y sin mirar situaciones o enfermedades nadie tiene derecho de terminar con ella.

Cuando Dios creó la vida lo hizo con derecho propio de Su poder creador y universal, pues todo ser que vive, vive porque Él le dio ese derecho. Quien termina con la vida del otro viola ambos derechos de vida, porque sobrepasa el límite propio de vivir que tiene, reflejándolo en el otro, es decir; tu vida es de Dios al igual que la vida de otro ser humano, y te debes y le debes un respeto porque ambos viven con el derecho que Él les dio de vivir.

Nadie puede decidir por la muerte como solución a la vida propia o como solución para el otro, y quien lo hace no ama su vida ni la agradece, o más bien no conoce el significado de ella.

La vida no se mira como objeto, y no se desecha cuando no nos gusta, porque ella va más allá del límite físico, recordando que el cuerpo sin alma espiritual no vive, y al ser creada por Dios va más allá que una simple decisión humana. Comparado no solo con Su poder, sino con Su amor infinito, no debemos terminar lo infinito de Dios con lo finito del hombre. No podemos decidir por el final de una vida cuando ni siquiera lo ha hecho Dios, pues el tiempo preciso Él lo decide.

Aunque la vida es de Dios cada ser tiene su alma y su cuerpo, por eso nadie fuera de un cuerpo privado puede decir; "acabo con tu vida porque yo creo esto o creo aquello" en su propio ser; él no vive en el cuerpo del otro.

Con la vida no se juega, sea la vida propia o la del otro, no puedes arriesgar una vida que no te pertenece, sobretodo si la persona ha sobrevivido a una serie de circunstancias de salud desde su existencia, porque a pesar de lo que ha vivido o vive, la ama. Lo que no conoces de un ser humano de 43 años no puedes conocerlo en 24 horas, pero si puedes contribuir en algo para ese ser, hazlo para bien de él, no para mal.

Podemos tener inteligencia humana o estudios pero si no tenemos amor, no tenemos compasión, y debido a eso los errores que cometemos con los demás pueden ser perjudiciales para ellos. La mejor lógica es sentir por el otro porque así lo ayudas, no lo perjudicas.

Así como la vida es a base del amor de Dios, así debe ser toda actuación en ella. Trata de llevar amor en el alma, allí es profundo sentir, es profundo todo, no superficial, no se acaba, nada de afuera de uno atenta contra ello, ese es el límite de lo ilimitado, donde se encuentra Dios como llama ardiente, donde permanece Su amor, ahí está el nuestro, por eso tienes que amar la vida para defenderla, sea la tuya propia o la del prójimo, la del enfermo, la del no nacido, la del niño, del adolescente, del adulto, del anciano; pues el derecho a la vida de Dios es de quien Él haya creado. Si Dios no crea la vida no vive ni existe nadie, por eso nadie debe de terminar con el derecho que Dios nos dio para vivir.

No hay enfermedad ni condición capaz de ser más grande que la vida, debido a eso no hay decisión justa cuando se decide terminar con ella, sea la propia o la del otro. El cuerpo podrá estar enfermo, pero si se ama la vida, humanamente hablando, el espíritu es saludable, y se quiere vivir sin fijarnos demasiado en los límites físicos. Para querer vivir no solo tienes que pensar en ti, sino en el Ser que te creó, que lo hizo por amor.

En Dios está el deseo de que vivamos y por Él debemos desear vivir, no morir, sino hasta que Él lo decida.

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